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Orden dentro del desorden: El espacio preparado en la educación musical infantil

Por Miss Mariana


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Una de las ideas más transformadoras que aprendí como madre homeschooler y educadora Montessori es que el ambiente también ed

uca. En la pedagogía Montessori, el “espacio preparado” no es solo un lugar bonito o decorado con instrumentos: es un entorno pensado para invitar al niño a aprender de forma autónoma, activa y en armonía con su desarrollo. Cuando esto lo llevamos al terreno de la música, especialmente con niños de 3 a 6 años, el espacio preparado cobra un sentido aún más potente. Porque la música, al igual que el juego, necesita movimiento, emoción, exploración… y sí: desorden también.

¿Qué es un espacio preparado musical?

En la práctica, un espacio preparado para la educación musical es aquel que favorece la concentración, el movimiento libre y la elección consciente, sin sobreestimular ni saturar. No se trata de tener una gran cantidad de instrumentos, sino de ofrecer materiales musicales bien seleccionados y organizados, accesibles a la altura de los niños y dispuestos de forma atractiva.

Por ejemplo:

Cajas con instrumentos de percusión clasificados por timbre (metales, semillas, piel).

Estanterías abiertas donde los niños pueden elegir una maraca, un xilófono o campanas.

Espacios de silencio con cojines para escuchar música o simplemente observar.

Un área de movimiento libre donde pueden explorar el ritmo con su cuerpo.

El “desorden” como parte del proceso

Ahora bien, quiero ser completamente honesta: por más ordenado que esté el ambiente al inicio, es normal que durante la clase musical aparezca el “desorden”. Los niños pequeños cambian de actividad con rapidez, prueban un instrumento, se entusiasman con otro, a veces lo dejan en el suelo o hacen sonidos fuertes y desorganizados.

Este caos aparente no es un problema, sino parte natural del proceso de exploración. Lo importante es acompañar con presencia, observar y guiar con suavidad para que ese desorden se transforme en aprendizaje.


Estrategias para mantener el orden dentro del desorden

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A lo largo de los años, he desarrollado algunas estrategias que me han funcionado muy bien en el aula y en casa:

1. Limitar la cantidad de materiales disponibles

En lugar de ofrecer todos los instrumentos a la vez, presento solo tres o cuatro por sesión. Esto ayuda a que los niños puedan explorar con profundidad en lugar de dispersarse entre demasiadas opciones. Además, tener menos instrumentos al alcance facilita el orden físico del espacio y evita la sobreestimulación. Cada instrumento puede ser presentado con una breve historia o nombre especial, generando así un vínculo emocional que favorece el cuidado y respeto por los materiales.

2. Establecer una secuencia clara de actividades

Estructurar la clase o sesión musical en momentos previsibles ayuda a crear seguridad. Por ejemplo:

Inicio: canción de bienvenida que marca el inicio del encuentro.

Exploración libre: se permite elegir instrumentos, experimentar sonidos, moverse.

Actividad guiada: juegos de ritmo, canciones con movimiento, dinámicas en grupo. Aquí se presenta el tema del día.

Cierre: actividad tranquila como una canción de cuna, dibujar algo relativo a lo aprendido, respiraciones musicales o escuchar una pieza breve.

Los niños aprenden que después de moverse, viene el momento de concentración. Esta secuencia no es rígida, pero sirve como una especie de “pulso interno” que organiza la sesión.

3. Nombrar el orden con canciones

El canto es una herramienta poderosa para guiar sin imponer. Tengo pequeñas canciones creadas especialmente para transiciones, como:

🎵 “Guardamos suave, guardamos feliz,

ya tocó la música, ahora es el fin” 🎵

Estas canciones se vuelven rituales sonoros que los niños reconocen con facilidad y que funcionan como una señal amable para recoger, hacer silencio o cambiar de actividad. La melodía actúa como un puente emocional que transforma el caos en calma.

4. Canalizar la energía con una actividad de ritmo corporal y tambor

Cuando noto que hay mucha agitación o dispersión, suelo incorporar una actividad especial con tambores o instrumentos de percusión. Invito a los niños a seguir el ritmo de mi tambor con su cuerpo: caminar fuerte, saltar, agacharse, mover los brazos, tocarse partes del cuerpo (cabeza, rodillas, hombros) siguiendo diferentes patrones rítmicos. Este juego musical los ayuda a liberar energía acumulada de manera dirigida y divertida, y al mismo tiempo, afina su percepción auditiva, control motor y capacidad de atención.

Vamos pasando de ritmos rápidos y explosivos a ritmos suaves y lentos. Poco a poco, los cuerpos se van relajando y las mentes se preparan para una nueva etapa, como aprender una secuencia de notas o una canción más estructurada. Esta transición es tan musical como emocional, y funciona casi como una meditación activa para los más pequeños.

5. Observar sin intervenir todo el tiempo

Una de las lecciones más valiosas del enfoque Montessori es que el adulto debe aprender a observar antes de actuar. A veces, el orden externo aún no ha llegado porque el niño está construyendo su propio orden interno. En vez de corregir cada gesto, prefiero mirar con atención: ¿Qué lo motiva? ¿Cuánto tiempo se queda en una actividad? ¿Qué repite con placer? ¿Dónde necesita ayuda? Observar con empatía me permite intervenir solo cuando es necesario y con la menor cantidad de palabras posibles. A veces, solo basta con una

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mirada, un gesto o un susurro para redirigir la energía sin romper el flujo creativo.

La música como ritmo interno

María Montessori decía: “La verdadera educación consiste en ayudar al niño a desarrollar su orden interior”. En la música, esto ocurre de forma hermosa: el pulso, el ritmo, la melodía, ayudan al niño a construir patrones, a prever, a organizar su movimiento y pensamiento.

Así, el espacio preparado no es solo físico: también es emocional y sonoro. Cada elemento del ambiente —los instrumentos, la luz, la voz del adulto, los silencios— ayuda al niño a orientarse en medio de la exploración. Es en ese entorno cuidadosamente diseñado donde ocurre la magia: los niños se concentran, se expresan y aprenden sin que se lo impongamos.

En resumen

Sí, habrá momentos caóticos. Habrá niños tocando todos los instrumentos a la vez, cambiando de actividad, o levantándose a bailar cuando no lo esperabas. Pero si el espacio está pensado para acompañar, no para controlar, entonces el orden interior emergerá, poco a poco, desde el corazón de cada niño.

La clave no está en evitar el desorden, sino en transformarlo en oportunidad de aprendizaje musical y personal.


Con cariño,

Miss Mariana


Fuentes consultadas:

Montessori, M. (1989). El niño, el secreto de la infancia. Editorial Diana.


Lillard, A. (2007). Montessori: The Science Behind the Genius. Oxford University Press.


Hallam, S. (2010). The power of music: its impact on the intellectual, social and personal development of children and young people. International Journal of Music Education.

 
 
 

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